jueves, 24 de noviembre de 2011

Punto de quiebre


Si hay algo que aprendí este último año es a no tenerle miedo a nada. Si las cosas tienen arreglo, hay que ocuparse y arreglarlas. Si no lo tienen, nada se puede hacer, así que para qué sufrir. Lo mismo pasa con el miedo. Es inservible de x sí. Funciona para alertarnos sobre una situación potencialmente peligrosa, pero nada más. El miedo como muletilla no sirve de nada. Antes de no tener miedo a nada, una de las cosas que me generaba más temor eran los puentes. Básicamente porque no sé nadar, y por lo tanto caerme de uno significaría una muerte segura. Una vez mi mejor amigo (flamante esposo de mi mejor amiga!), conociendo de antemano esta situación, me hizo la gran guachada de decirme estando parados sobre el puente repetitivo de Calatrava (léase, Puente de la Mujer) "Teli, sabés cuál es el punto de quiebre?", a lo que yo simplemente contesté con un grito aterrado y con una corrida que dejaría a cualquier maratonista agitado durante unos 20 minutos. En fin, el caso aquí es mi estado actual. Ya no le temo a los puentes (reconozco que me sigue poniendo un tanto nerviosa subirme a uno de todas formas), pero me encuentro nuevamente parada sobre el punto de quiebre de uno. Siento q no doy más y sólo quiero parar y descansar, pero a la vez sé que si me detengo ahora, el puente se va a abrir y yo me voy a ir al agua indefectiblemente. Llegué a un punto en el ya no puedo parar, pero a la vez se vuelve absolutamente necesario detenerse...


Qué contradicción más frustrante...

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